miércoles, 3 de abril de 2013

Papa Francisco

Gato por liebre: Habemus Papa Latinoamericano



"Habemus Papa" debió haber dicho el carmarlengo cuando recientemente se dio la elección del nuevo vicario de Jesús en la tierra ante la renuncia de Benedicto XVI.

El mundo entero tiene nuevo Papa católico, una de las mayores instituciones influyentes en las masas populares y aliada perpetua de las clases dominantes, ha nombrado a su mayor alto jerarca, y es Latinoamericano!

Sin embargo, este acto no es simplemente la continuación de la estructura de la religión católica, o la llegada de la diversidad al puesto más importante de la iglesia católica como uno de los ejemplos más falaces de la globalización capitalista. No se trata de un acto reflexivo y de desarrollo de consciencia en cuanto a la descentralización del poder y la inclusión por primera vez de un ciudadano latinoamericano en la lista de Sumos Pontífices de la iglesia Católica.

Debemos recordar insistentemente que tradicionalmente los Papas han sustanciales esfuerzos para desvirtuar las luchas Revolucionarias en todo el mundo, y en esta ocasión no será la excepción. La elección de un Papa latinoamericano, tiene como objetivo dentro del inmenso ajedrez de la geopolítica, dar la apariencia a los pueblos del mundo de que quienes se siempre se han visto marginados está llegando a "también tener el poder", alguien proveniente de un continente masacrado por cruentas guerras desde hace más de 500 años a llegado a tener unos de los puestos religiosos (políticos) más influyentes del planeta no es garantía de que en realidad del poder se está redistribuyendo de una manera más equitativa a nivel mundial.

La elección de Francisco, al igual que en su momento fue la elección de Obama en Estados Unidos, como representación de la llegada de una clase históricamente marginada al poder, no es más que la manera de calmar y dar una falsa de sensación de progreso a estos sectores de la humanidad que en su mayoría han estado siempre en una condición de subordinación. Se trata de la forma de introducir con mayor facilidad en las clases populares fieles al catolicismo (que en Latinoamérica son mayoría) un discurso reaccionario en favor de las clases más privilegiadas, con el objetivo de detener el fervor libertador y unificador que cada vez más empieza a recorrer las venas de Nuestra América Latina.