Desde que somos pequeñxs, nuestras
familias y la sociedad en general nos inculcan que hay que creer en Dios, y
además para cualquier actividad que se haga hay que rezar; al levantarse, al
salir de la casa, al montarse al carro, cuando se va de paseo, para dormir, en
fin para todo hay que recurrir al Dios del que todxs escuchamos, nos referimos
especialmente al católico. También se debe asistir a misa ya que esa es la
forma más verídica de demostrarle a ese Dios que se cree en él y de recibir las
bendiciones que este tiene para el mundo entero.
Si se es católicx, el panorama es más o
menos así: el sacerdote después de hecharse el sermón y de recibir aplausos de
lxs feligreses, pasa la bolsita recogiendo la plata que necesita para llenar la
panza y el carro, por supuesto el discurso oficial es que esa plata es para las
familias necesitadas de la comunidad, lo raro es que ninguna de esas familias
recibe nada, pero la barriga del “padre” cada vez está más grande y cada año
estrena chuzo.
Para nadie es un secreto que lo anterior
sucede y no hoy sino desde hace muchos años, su origen fundamentalmente debido
a la vida lujosa y llena de glamour que profesa el Vaticano, pero es que ¿cómo
no van a querer comodidades los sacerdotes si su superior el Papa, tiene una
vida de multimillonario con palacios de verano, de invierno, con decenas de
sirvientes, vistiendo con las mejores telas y viajando por todo el mundo en
avión privado?
Papa, capellanes, obispos, sacerdotes,
todos son parte de un negocio suculento, donde por medio de la sensibilidad que
se le ha creado a la humanidad aprovechan para que lxs mismxs fieles sean
quienes mantengan su negocio haciéndoles creer que son la voz de Dios.
Mientras a escondidas usan ese mismo
poder y dinero en cometer actos asquerosos contra mujeres, niños, adultos
mayores, hombres, solo basta con recordar casos de abuso sexual, trata de
personas, narcotráfico, relaciones con bandas delincuenciales, pornografía
infantil y no solo los casos más sonados en Costa Rica, porque cada vez más se
destapan actos de esta misma calaña alrededor del mundo y sobretodo últimamente
afloran en el mismo Vaticano.